In a high density Council  housing scheme in the suburbs of Tours, hundreds of inhabitants bustle about and pass each other. Young couples, pensioners, working class families, students...take over standardised flats and organise their living together. Everybody in their own way lives there. They develop special skills and know-how in the means they use, to turn the objective conditions of living into a well-ordered, legitimate and respectable way to be there .Each one, using taking over and misappropriation  process, uses the art of living and shares the place with the others .

Knowledge, skills and how-being make up this art of living by using space and time. In the diversity of places, each one creates an expression of life, nearness, distance and mobility. Each one spots the other and their fellow creature and establishes boundaries between what it is private and public. Each one occasionally uses the history of the town or of the district to legitimise acts and talks. Each one at last poaches with and in the ruling economy and culture, seizing codes and places in order to make new formalities .The art of living is this daily work which handles ideals grappling with circumstances.

Between tensions and mutual adjustment the difficult exercise of co-living tries to assure a co-life. In this game, each one interprets the rules in a peculiar way, identifies partners and opponents, spots issues. In the little private world of the housing, the common or the commercial places where there are numerous interactions, the complex consistency of polymorphous individual identities is shown. For everyone the Art of living spurs and joins configurations of social links expressed in a permanent network of spaces and places but brings together past and future. The flat, the tower block, the district, the town and its suburbs experienced or mentioned make up an example of the world in which everyone attempts to keep and justify their own place.

 

En un grupo de viviendas de protección oficial de las afueras de Tours, centenares de vecinos se agitan y se cruzan. Jóvenes matrimonios, jubilados, familias obreras, estudiantes… toman posesión de viviendas normalizadas y organizan su cohabitación. Cada uno, en su estilo, vive ahí. Desarrollan habilidades y conocimientos prácticos peculiares en los procedimientos que emplean para transformar las condiciones objetivas de alojamiento en manera ordenada, legítima y respetable de estar ahí.

Cada uno sirviéndose de los mecanismos de la apropiación y del desvío, practica el arte de vivir y comparte los lugares con los demás.

Utilizando el espacio y el tiempo, aquel arte de vivir se declina en saberes, en conocimientos prácticos y en buenos modales.

Todas las dimensiones de la vida social se ponen al servicio de legitimidades personales distintas. En la diversidad de lugares, cada uno produce espacio vivido, proximidad, distancia o mobilidad. Cada uno  identifica al otro y al semejante, establece fronteras entre público y privado. Cada uno se arregla con las tiranías que resultan de la inscripción, más o menos durable , de su existencia en la vida de un gran conjunto de vivienda social. Cada uno emplea, si llega el caso, la historia de la ciudad o del barrio para legitimar acciones, para arraigar discursos. Cada uno , por fin caza furtivamente con y dentro de la economía y de la cultura dominante, apropiándose los códigos y los lugares para componer formalidades inéditas. El arte de vivir es este trabajo cotidiano que lleva los ideales que luchan contra las circunstancias. Ningún individuo hay que no pueda construir su respetabilidad.

Pues se organiza el peligroso ejercicio de las co-habitaciones que, entre tensiones y ajustes mutuos, intentan garantizar la co-existencia.

En este juego de sociedad, cada uno interpreta las pautas, de manera singular, identifica compañeros y contrarios, señala apuestas. Astucias, exageraciones, o trampas permiten a cada uno « salir del apuro » poniendo buena cara a sí mismo y  a los demás. El mundicito privado de la vivienda, las partes comunes o los espacios comerciales son los escenarios de interracciones múltiples en los que se juega la compleja coerencia de identidades individuales polimorfas. Para cada cual, el arte de vivir nutre y une configuraciones de lazos sociales expresados en una red de espacios y lugares continuamente tejido en presente pero que abarca  pasado y porvenir. El piso, la torre, el barrio, la ciudad, los suburbios…, practicados o evocados, entran en la composición de un modelo del mundo en cuyo corazón cada uno intenta mantener y justificar su sitio.